16 de abril de 2012

AS CANÇÕES (EDUARDO COUTINHO, BRASIL, 2011)

BAFICI 2012
AS CANÇÕES
La condición humana

Pensar que en la historia del cine miles de películas intentan llegar al espectador de las formas más diversas.
Cualquier tipo de recursos, desde el más virtuoso hasta el más simple, es utilizado constantemente para lograr lo más difícil, la meta de toda película. Hacer del espectador un cómplice, un ser dependiente, que se nutra de lo que se muestra, que necesite continuar viendo un determinado film una vez que comenzó simplemente porque es necesario saber. Saber cómo finalizará la obra, o, mejor dicho, cómo se le dará un cierre a aquello que esa obra supo abrir. Esa dependencia mutua, que es lo que separa a una gran película del resto, es la que crea un vínculo inquebrantable entre obra y sujeto. Y este vínculo es como un alimento: no podemos quitar los ojos de la pantalla y la pantalla no puede (no debe) dejar de mostrarse ante nosotros. Porque, en definitiva, la necesitamos. Necesitamos del arte. Es nuestra condición excluyente. El arte es nuestra respuesta. No sé la pregunta, ni sé el fin de la respuesta. Es una carta sin destinatario, un grito ahogado- el manotazo final. Felicidad, tristeza, amor, redención, odio, muerte y vida. Todo lo engloba. Mueve en nosotros aquello que nada más puede mover- es lo único completamente humano. Allí, en ese reconocimiento inconsciente de la cercanía del acto artístico, y su consecuente aceptación, es en donde se resguarda As Canções.

Las personas pasan frente a cámara, hablan, cantan y se van. Humanidad en estado puro.
No vemos sino personas. El método es sencillo: gente que canta y cuenta algún fragmento de su vida a cámara, personas sentadas en una (la misma) silla, frente a un telón negro. El resultado, descomunal. Un camión de cinco mil kilos que nos pasa por encima y nos deja devastados, intentando encontrar la parada del colectivo para volver a nuestras casas. Llanto desesperado y grito de felicidad. Sonrisas (de regocijo puro, de tristeza, de reconocimiento de lo humano, de comprendernos como una conciencia colectiva) y llanto (por exactamente las mismas razones). Las palabras son música y la música es una declaración absoluta de lo que somos. Coutinho acota desde detrás de cámara, habla lo necesario, lo exacto para declararse como un creador absolutamente genuino. Hay un gran orfebre detrás de esta obra, en el tiempo de los silencios, en la elección del punto de comienzo de cada acción, en el orden de los testimonios, en las pausas, en la elección de esas personas que hablan, que viven. As Canções logra erigirse como una tesis de montaje, silencioso y perfecto, allí en donde prácticamente pasa desapercibido, y logra crear un mundo a partir de los recursos más simples, un mundo que coincide absolutamente con el lugar en el que vivimos.
Cuadros de individualidades que se describen a sí mismos con palabras y con melodías, autorretratos inconscientes en los que cada uno de nosotros encuentra algo, desde una mirada, un movimiento de boca, de nariz, una frase, un quiebre de voz, una lágrima, hasta una silla vacía, alguna vez ocupada, un escenario por el que pasan distintas personas, casi un reflejo de la vida misma- una silla esperando a ser ocupada. Un rostro que nos dice más que un guión entero, una película que sintetiza todo lo que el cine desea contar desde su existencia. Una lección de Cine que esclarece. 
Debo admitir que no estaba muy seguro de ir a ver esta película. Temía que 90 minutos de gente cantando a cámara me resultara tedioso. No podía estar más equivocado. El borde del asiento fue mi lugar constante en la butaca, y la pantalla, todo el tiempo, lo único que quería ver. Definitivamente lo mejor que vi del BAFICI hasta el momento, y sin lugar a dudas una de las experiencias audiovisuales más bellas y gratificantes que tuve en toda mi vida. As Canções está hecha para ser vista. Como mencioné en un comienzo, depende del espectador, depende de nuestros ojos y de nuestros oídos; vive de nosotros porque habla de nosotros. No hay mucho más que decir, no es necesario decir más nada. No es más que eso. Vemos gente. Personas. Densidad pura. Humanidad. Un mar complejo de formas, sensaciones, juicios y prejuicios- historias que se erigen como realidad absoluta, porque en definitiva nada existe más que eso.
Alguien que habla y canta y vive.
Y alguien que lo escucha.

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